martes, 15 de noviembre de 2011

Lince

Empecemos a correr y continuemos mientras nos dá la brisa en la cara, vayamos por la orilla y sintamos el agua en nuestros pies, las olas rompiendo contra nuestros tobillos, y sigamos corriendo cada vez más rápido, como si intentásemos liberarnos de una gran carga. Olvidémonos de todo y sintámonos libres aunque sea por sólo un momento. Hagamos que cualquier mala experiencia o causa de dolor desaparezca con el retroceso de las olas, y cuando notemos que ya no podemos correr más hagamos un último sprint y lleguemos todo lo lejos que podamos y entonces sí, nos tumbaremos sobre la arena, observaremos el horizonte y nos daremos cuenta de las cosas tan maravillosas que hay, nos daremos cuenta que no merece la pena llorar por algo que sabemos, se repetirá una y otra vez.

Eres como las olas: vas, vienes... A veces te adentras más en la arena y otras apenas entras, pero siempre se nota que has venido y te has vuelto a ir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario